martes, 1 de julio de 2008

Del texto “El saber y el sabor”:
Florencio Segura

“1. Vivir es ante todo en­con­trarle a la vida dos cosas: sentido y gusto. Es decir, hay que vivir con saber y con sa­bor. Y corre­mos el peligro de que nuestra sociedad esté perdiendo ambas cosas. Dicho en andaluz, ¡qué malo es vivir “esnortado” y “esaborío”, sin norte y sin sabor!. Porque una cosa es vivir y otra pasar por la vida.

Si logramos encontrarle a nuestra vida sentido, pero no encontramos gusto, viviremos densamente, pero tristes. Si vivimos con gusto, pero sin encontrarle a nuestra vida un sentido hondo, un porqué profundo, viviremos alegres, pero vacíos.

Por eso, cuando logramos vivir al mismo tiempo con sen­tido y con gusto, con saber y con sabor, empezamos a vi­vir en plenitud, empezamos a ser per­sonas.

Uno llega a ser persona cuando ha logrado solucionar el por qué y el cómo de su vida: Vivir con saber es vivir con sentido, saber por qué se vive. Vivir con sabor es vivir con gusto, encontrar cómo hay que vivir. Cuidado con abandonar los saberes por los conoci­mientos; ojo con cambiar los gustos por los impulsos.

2. Trae fatales consecuencias para nuestra cultura confundir saber por conocer. A veces, de­genera tanto el concepto de co­nocer que identificamos co­nocer con estar informado. Saber es integrar, y quizá sea el ritmo de la vida y de la dispersión de las ciencias lo que no nos deje convertir nuestros conocimientos en sa­beres.

El hecho de saber cada vez más sobre menos y menos, nos va a llevar a saber mucho de nada. Erikson llama a estos especialistas “idiotas ha­bilido­sos”. Es muy peligroso abando­nar el saber, sustituyéndolo por el mero conocer.

3. Pero también nuestra cul­tura y civilización puede perder el sabor. Y es que per­der el sa­bor es perder el gusto por la vida, que viene de una relación sabrosa con los obje­tos y de una relación cordial con las personas. No podemos relacionarnos con las cosas y con las personas so­lamente a nivel funcional. Nuestra sociedad de con­sumo está creando una civili­za­ción de objetos para tirar, por­que ya no nos da tiempo para aficionarnos a ningún objeto.

Tenemos psicología de sol­dados que conquistan y nos falta la moral del colono, que es el que habita. De amos del mundo estamos pasando a ser “inquilinos”, porque caemos en la cultura del tener frente a la del ser, y terminamos comidos por nuestros propios muebles que no dejan sitio para noso­tros en nuestra propia casa. Tenemos cada vez más co­nocidos, pero cada vez me­nos amigos. Corremos el peli­gro de pasar de una civiliza­ción de ob­jetos para tirar, a una civiliza­ción de personas para tirar.

4. La tarea que le queda al hombre para irse haciendo per­sona es la de integrar. Hay que saber integrar el conoci­miento con el sentimiento. El saber está en la armonía de la cabeza con el corazón para ser señor de las cosas: es la diferencia entre ser persona y ser cliente. Nos sobran a veces listas de precios y nos faltan escalas de valores. Se conoce el precio de todo y no se sabe el valor de nada. “No el mucho saber harta y satisface el ánima, mas el sentir y gustar de las cosas interna­mente”, dice un viejo libro del siglo XVI.

Hay que saber integrar. Hay que seguir integrando sa­ber y sabor a base de desem­polvar valores poco cotizados en nues­tra cultura técnica: el sentido y la belleza, la con­templación, la gratuidad, la capacidad de sor­presa, la mi­sericordia. No compensa dedicarse técnicamente a hacer un mundo más rápido, más lógico, más rico, más fuerte. Compensa vivir con saber y con sabor, para hacer un mundo más habitable, sabién­dole dar razones para vivir y razones para esperar.”