viernes, 30 de noviembre de 2007

De Gabriel García Márquez:
(Escritor colombiano)

“...se convenció de que los seres humanos no nacen de una vez por todas el día en que sus madres los dan a luz, sino que la vida los obliga una y otra vez a darse a luz a sí mismos.”

jueves, 29 de noviembre de 2007

De la canción “A la primera persona”
Alejandro Sanz

“A la primera persona que me ayude a comprender
pienso entregarle mi tiempo pienso entregarle mi fe,
yo no pido que las cosas me salgan siempre bien,
pero es que ya estoy harto de perderte sin querer, sin querer.

A la primera persona que me ayude a salir
de este infierno en el que yo mismo decidí vivir
le regalo cualquier tarde pa' los dos,
lo que digo es que ahora mismo ya no tengo ni siquiera donde estar.

El oro pa' quien lo quiera pero si hablamos de ayer,
es tanto lo que he bebido y sigo teniendo sed,
al menos tú lo sabías, al menos no te decía
que las cosas no eran como parecían…”

miércoles, 28 de noviembre de 2007

Del libro “Cuentos con Alma II”
Rosario Gómez

“Envejecer es obligatorio…madurar es optativo”

Caminaba con mi padre cuando él se detuvo en una curva y después de un pequeño silencio me preguntó:

¿Además del cantar de los pájaros, escuchas alguna cosa más?

Agudicé mis oídos y algunos segundos después le respondí:

- Estoy escuchando el ruido de una carreta.
- Eso es – dijo mi padre –. Es una carreta vacía.

Pregunté a mi padre:

- ¿Cómo sabes que es una carreta vacía, si aún no la vemos?

Entonces mi padre respondió:

- Es muy fácil saber cuándo una carreta está vacía…por causa del ruido.

Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace.


Me convertí en adulto y hasta hoy cuando veo a una persona hablando demasiado, interrumpiendo la conversación de todos, siendo inoportuna o violenta, presumiendo de lo que tiene, sintiéndose prepotente y haciendo de menos a la gente, tengo la impresión de oír la voz de mi padre diciendo:

“Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace…”

Autor desconocido

“…En verdad, existen personas tan pobres, que lo único que tienen es dinero…”

viernes, 23 de noviembre de 2007

Del texto “Continuidad de los parques”
Julio Cortázar

“Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restallaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.

Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.”

sábado, 17 de noviembre de 2007

Del libro “Escritos de Filosofía”(*)
Benjamín Cuevas Lira

“Conocer lo supuestamente conocido”
Una invitación a pensar y a contemplar.

“¿Has pensado la realidad de la realidad, la verdad de la verdad, el error del error, el sentido del sentido, el ser del ser, el fin del fin, el infinito del infinito, lo necesario de lo necesario, lo bello de lo bello, lo justo de lo justo, lo bueno de lo bueno, lo malo de lo malo, la duda de la duda, la vida de la vida, la muerte de la muerte, la ética de la ética, la moral de la moral, la política de la política, la religión de la religión, la metafísica de la metafísica, la historia de la historia, la física de la física, la matemática de la matemática, la teología de la teología, el arte del arte, la poesía de la poesía, la música de la música, la filosofía de la filosofía, la naturaleza de la naturaleza, la conciencia de la conciencia, la razón de la razón, la fe de la fe, lo espiritual de lo espiritual, la pregunta de la pregunta, la noticia de la noticia, el estudio del estudio, la creación de la creación, la imaginación de la imaginación, la libertad de la libertad, el amor del amor, la dignidad de la dignidad, la experiencia de la experiencia, el silencio del silencio, el sentimiento del sentimiento, la emoción de la emoción, la expresión de la expresión, el conocimiento del conocimiento...?”



(*) Escritos incompletos y preliminares. No citar.

jueves, 15 de noviembre de 2007

“Viejos refranes”

“Hay tres cosas que se tienen que hacer en la vida: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro.”

“Hay tres cosas que el ser humano necesita en su vida: alguien a quien amar, algo que hacer y una esperanza para el futuro.”

miércoles, 14 de noviembre de 2007

“Tótem Tantra Nepalés”
(Cuento indio)
Anónimo

“Mi amigo abrió el cajón de la cómoda de su esposa y sacó un paquete envuelto en papel de seda: Esto –dijo– no es un simple paquete, es lencería. Tiró el papel que lo envolvía y observó la preciosa seda y el encaje. “Lo compró la primera vez que fuimos a Nueva York, hace 8 ó 9 años. Nunca lo usó.” Lo estaba guardando para una “ocasión especial”. Bien. Creo que esta es la ocasión. Se acercó a la cama y colocó la prenda junto con la ropa que iba a llevar a la funeraria. Su esposa acababa de morir. Volviéndose hacia mi, dijo: “No guardes nada para una ocasión especial, cada día que vives es una ocasión especial”. Todavía pienso cómo me han cambiado la vida estas palabras. Ahora leo más y limpio menos. Me siento en la terraza y admiro la vista sin fijarme en las malas hierbas del jardín. Paso más tiempo con mi familia y mis amigos, y menos tiempo en el trabajo. He comprendido que la vida es un conjunto de experiencias para gozar, no para sobrevivir. Ya no guardo nada. Uso los mejores vasos todos los días. Me pongo el traje nuevo para ir al supermercado si me apetece. Ya no guardo mi mejor perfume para fiestas especiales, lo uso cada vez que quiero. Las frases “algún día...” y “uno de estos días” han desaparecido de mi vocabulario. Si merece la pena hacerlo ahora...¿por qué esperar? No sé lo que habría hecho la mujer de mi amigo, si hubiese sabido que no estaría aquí mañana. Creo que habría llamado a sus familiares y sus amigos cercanos. A lo mejor, habría llamado a viejos amigos para disculparse por viejas peleas. Me gusta pensar que habría ido a comer comida china, su favorita. Son estas pequeñas cosas no hechas las que me molestarían si supiera que tengo las horas contadas. Molesto porque dejaría de ver a los amigos que vería “uno de estos días”. Molesto por no escribir esas cartas que quería escribir “algún día”. Molesto y triste porque no dije a mis hermanos y a mis hijos cuánto les quiero. Ahora intento no guardar nada que añadiría risa y alegría a nuestras vidas. Y cada mañana me digo a mi mismo que este día es especial, cada día, cada hora, cada minuto es especial...”

lunes, 12 de noviembre de 2007

Del libro “Tao Te King: Libro del Tao y de su virtud”
(traducción de Gastón Soublette)
Lao Tse

I.


El Tao que puede ser explicado
no es el Tao eterno.
El nombre que puede ser pronunciado
no es el nombre eterno.
Llamo no-Ser al principio de Cielo y Tierra.
Llamo Ser a la Madre de todos los seres.
La dirección hacia el no-Ser
conduce a contemplar la Esencia Maravillosa.
La dirección hacia el Ser
conduce a contemplar los límites espaciales.
Ambos modos son originalmente uno
y sólo difieren en el nombre.
En su unidad, este Uno es el misterio.
Misterio de los misterios
y puerta de toda maravilla.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Del Evangelio de San Marcos 12, 41-44(*)

41 Jesús estaba sentado frente a las arcas del templo, y observaba cómo la gente iba echando dinero en ellas. Muchos ricos depositaban en cantidad. 42 Pero llegó una viuda pobre, que echó dos monedas de muy poco valor.
43 Jesús llamó entonces a sus discípulos y les dijo:
– Les aseguro que esa viuda pobre ha echado en las arcas más que todos los demás. 44 Pues todos han echado de lo que les sobraba, mientras que ella ha echado desde su pobreza todo lo que tenía para vivir.



(*) Texto íntegro extraído de la Biblia de América (letra grande), La casa de la Biblia.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Del texto “La práctica de la justicia”
Humanismo Social, Capítulo 5
Alberto Hurtado, SJ

“Y sin embargo la justicia es una virtud difícil, muy difícil cuya práctica exige una gran dosis de rectitud y de humildad. Hay mucha gente que está dispuesta a hacer obras de caridad, a fundar un colegio, un club para sus obreros, a darles limosna en sus apuros, pero que no puede resignarse a lo único que debe hacer, esto es, a pagar a sus obreros un salario bueno y suficiente para vivir como personas.

(…) El que practica la caridad pero desconoce la justicia se hace la ilusión de ser generoso cuando sólo otorga una protección irritante, protección que lejos de despertar gratitud provoca rebeldía.

Muchas obras de caridad puede ostentar nuestra sociedad, pero todo ese inmenso esfuerzo de generosidad, muy de alabar, no logra reparar los estragos de la injusticia. La injusticia causa enormemente más males que los que puede reparar la caridad.

(…) no una caridad que se goza en dar como favor, atropellando la dignidad humana, aquello que el obrero tiene derecho a recibir. Esta no es caridad sino su caricatura. La caridad comienza donde termina la justicia. A veces se da menos que lo que reclama la justicia y se piensa que se da más.

Que los encantos de la caridad no nos lleven a despreciar a esta hermana humilde y sencilla, la justicia. Dejémosla poner en orden la casa, colocar cada cosa en su sitio; después vendrá la generosidad del alma cristiana que llenará con largueza aquello que la justicia no pudo colmar.

(…) Debemos ser justos antes de ser generosos.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Del libro “El hombre en busca de sentido”
Víctor E. Frankl
(páginas 98-101)

La libertad interior

“Los que estuvimos en campos de concentración recordamos a los hombres que iban de barracón en barracón consolando a los demás, dándoles el último trozo de pan que les quedaba. Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas —la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias— para decidir su propio camino.
Y allí, siempre había ocasiones para elegir. A diario, a todas horas, se ofrecía la oportunidad de tomar una decisión, decisión que determinaba si uno se sometería o no a las fuerzas que amenazaban con arrebatarle su yo más íntimo, la libertad interna; que determinaban si uno iba o no iba a ser el juguete de las circunstancias, renunciando a la libertad y a la dignidad, para dejarse moldear hasta convertirse en un recluso típico.

(…) Dostoyevski dijo en una ocasión: “Sólo temo una cosa: no ser digno de mis sufrimientos”…”